14 dic 2010

MOMA

 Cuando su rostro se estrelló contra la pared, dos delgados ríos de sangre descendieron por ambos lados de su cara, trazando su camino hasta el cuello de la camisa, donde encontraron un pequeño refugio para reposar y rodearon por caminos distintos el contorno simétrico que formaban la piel y la tela, uniéndose nuevamente en uno de los lados de la circunferencia como un delicado collar felino que adornaba la hermosa cabeza.

La sangre seguía fluyendo de la herida abierta y, eventualmente, se derramó por el precipicio del cuello, almidonado y blanco como la nieve. Tal como una diminuta cascada, las ondas carmesíes se deslizaron por la blancura de la camisa, creando lagos de distintas tonalidades de magenta, rosa, rojo y tornasol, variando según la cantidad. Según el pliegue de la tela, tomaban formas geométricas y caóticas a la vez; todas ellas, sin embargo, maravillosas.

El flujo que seguía cada golpe de la cabeza contra el muro creaba nuevas figuras, pequeñas presas, gráficos y representaciones en el lienzo de seda de Armani, en esta ocasión.

Tras el intenso proceso, la camisa fue retirada del cuerpo que le daba forma, enmarcada en un elegante cuadro de acero y cristal.

La pieza está tasada en un millón y medio de dólares y se exhibe en el museo de arte moderno de Nueva York, donde fue adquirida de manera anónima el segundo día de su exposición.

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